de cabida generosa,
con el pecho agujereado
y unas galerías
iluminadas por luciérnagas
llenas de deudas
con uno de esos ministerios
de la luz
en el que la atención
al cliente
es un grillo a punto de comunicar
la hora.
Uno no se puede llevar
ni deudas
ni sutiles perezas
ni citas aplazadas
ni susurros de cigarra.
Uno se lleva el bolsillo,
vacío, o lleno de mirlos,
pero no se lleva dedos
ni tentáculos ni plumas vibrisas,
con lo que tiene que hacer el recanto de lo suelto
apoyado en las memorias.
La vida es un bolsillo generoso
con mariposas monarca incendiando las cosechas de los hombres
y con flores que cantan luz que se acaba
en permanente estado de préstamo y penumbra desafinada.
Qué bueno!
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