Dura la noche
se alarga, oscura, entre el brezo.
No consigue alcanzarnos aún
pero nos mira de cerca, deseándonos,
dura la noche, despegar del suelo
en un sueño profundo y trágico.
Dura ya de largo la noche
tantas lunas como cantos
se han perdido entre lobos.
Y no hay agua para este bautismo.
Me queda de ti tu dolor.
¿Recuerdas los abrazos?
Ahora todos crujen
y hacen de esta áspera sábana negra
un cuento insufrible
narrado del revés, sin final feliz.
Todo escrito en páginas de cera
fría y frágil, de vela negra,
cada palabra crepitante,
como de ira en la boca,
como dientes partiéndose
unos contra otros
rechinando antes de quebrarse.
Y no hay dolor para esta boca.
Me queda de ti tu silencio.
Así, dura, es esta noche,
tensa, atenazada, inflexible,
en manojo de cuchillos afilados
al punto ha de florecer en nuestros vientre
para siempre.
Y no hay color para esta estrepa.
Me queda de ti la herida eterna.
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