En los brindis nos miraremos a los ojos
cuando incluso las nubes nos los cubran
y tus recuerdos iluminarán nuestra mirada.
Que los pasos sean firmes, ya sea en hielo o desierto,
aunque no dejemos en la batalla huellas visibles,
aún sabiendo que serán escondidas por el viento.
Que las guerras sean todas de besos
y que no terminen por agotamiento de munición,
o, mejor, que se acaben por explosión de risas desatadas.
menos esa, la que llena bolsillos, como lastre
y nos ayuda a tocar tierra, el barro del que llegamos,
para dejar que nuestros sueños echen raíces.
(Para Juan José Perea Martínez, y para todos los luchadores que nos dejan, pero se quedan en nosotros, Álvaro Hernando, 15 de octubre de 2016)
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