entre tus muslos,
junto al púrpura manar
del nacimiento de tu vientre.
Eso se lo dejo al azar
de cualquier otro amante.
Prefiero encontrarte
en las cosas conocidas, por primera vez,
en trémula conciencia inocente,
puede que embaucada
por un poeta entristecido,
o por su sirena dulce,
o por la esperanza frágil
o en voz de todos los demonios vírgenes.
Quiero tu mano en mi cara
perdonándome el dolor
que causaré, seguro
cuando me canse la vida
y desaparezcamos juntos
de tu instante,
de tu presente continuo,
de tu atareada
belleza indemne.
No te voy a olvidar ahora
entre tus muslos,
justo tras el sonrosado manar
de mi placer ya muerto.
Eso se lo pido, imperfecto,
a tu perfecto recuerdo.
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