No hay ansiedad en ese cuello estrangulado por amor y sudor. Encastrada la gargantilla en el miserable pasado, nada salvo su primera piel queda del barro, la rata y el hambre. Su muslo aprisionado por el encaje elástico y la elegancia, todo bien encadenado, como el ancla que es, a la inocencia hedionda, marchita y empapada de salmuera.
Tuvo un hijo. Lo dejó morir en el reflejo del espejo, mientras su infertilidad se daba un baño de vino, espuma y semen.
No hay luto en ese cuello largo, besado, salado de restos de sudor prestado. Ni una mirada al abismo que es su conciencia. Mira su pelo, trenzado y sucio. No hay en ella entera desesperación ni pena, aún en la soledad que se le construye cada tarde. Está esperándonos, ante nuestro reflejo, para amamantarnos y darnos suero infectado, de sus preciosos pechos.
No hay prisa por llegarnos, su vientre siempre está lleno.
- La Corrupción (En Poemario III), Álvaro Hernando
Image: Midnight in Red, by Jeremy Mann (Oil on Panel)
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