Álgebra de 8
A 8.000 versos de distancia estamos
a ocho veces mil excusas de tocarnos
o a cuando nos junten las rimas
y los ritmos de la poesía creciente,
o menguante.
Son ochenta veces cien saltos al vacío
al cerrar nostálgicos los ojos
para encontrarnos en esa luna azul que pasa
una vez cada 800 veces diez suspiros,
despistados.
Vivo de tus asaltos
por las noches cuando llegas
con tu collar de ocho cuentas,
hilo enjaezado de nostalgia
enhebrados en su plata fresas y limones,
Cuando llegas, dulce de leche y pan suizo.
Toda tú eres collar
toda limón, toda fresa.
Ocho miles de caricias de una en una.
Después muero entre tus cuitas;
la habitación, queda oscura
te huelo entre sombras y jengibre,
oh, piel ausente...
desaparece tu seda en mi boca
y tu tiempo de mi cosmos
como gusanos quedan
arena y serrín entre dientes
piel y ocho nadas, ausente.
Ocho soñé el millar de veces,
reventaron los cristales
que escondían nuestros ojos.
Esa luz abrasadora, sucia felicidad
favilas que flotan al tiempo
en que acaba nuestro fuego,
la ceniza y leño
de ser imperfecta la mueca
de verse todo acabar
de hacerse el mundo imperfecto
se fuga histérica al vuelo.
Voy a construir
barro y ceniza en los ladrillos
fábricas de hueca sabiduría,
a ocho mil versos de distancia,
recorriendo, prestadas por el Sol y el mar,
esa traza de pecas,
batiendo en tu marejada
furioso de papel el remo
en favor, sin rumbo, del viento
en gemido mordido de niño
en la codicia por vivir.
Reclamo la atención del eco
y me molesto cuando nadie está ahí,
escuchándome los latidos
cuando se me acelera el pulso
adulado
o perdido.
En estos mapas nuevos
nos descubrirán los no creyentes
como precipicios compatibles con la orografía.
La historia de mí anduvo
se detuvo
fue
como un paso en falso
para descubrirme en coordenadas
llenas de minutos, segundos, grados
ángulos imposibles de tiempo
dobleces de planos viejos.
Se me cosen a la falda tus besos,
¿no lo ves?
Como pedazos de vidas ajenas los luzco.
Como átomos de existencias encadenadas a una mágica
explosión.
Explosión.
Existencias que nunca serán mías,
sino de mi mayúscula soledad a inicio de frase.
Explosión en danzas sin pasos de baile
ni siquiera melodías de moda
por idiotas tarareadas.
Destruyo,
por pereza o por sistema,
los pedazos de ajenas vidas
que se empeñan en cosérteme
los besos a mi falda,
átomos de existencias que nunca serán mías,
ni por prestadas, ni por tomadas.
Soy entonces el perro del hortelano
de mi única y mayúscula soledad,
y ni la dejo marchar,
ni la alimento.
Y canto canciones de amor muerto encintadas.
Y canto canciones de vida
como buscando los pasos
que encajen de baile en la historia
cantada por melodías
espirituales
que nunca estarán de moda.
No voy a amar sin estar dispuesto a matar,
ni a vivir sin aceptar la muerte
como la sombra retardada
de los últimos
ocho mil amaneceres.
(Álvaro Hernando)