Entrevista publicada en el periódico El Decano de Guadalajara, con motivo de mi participación en la Feria del Libro de dicha ciudad.
El poeta Álvaro Hernando recita este viernes poemas de su nuevo libro, aún inédito, en la Feria del Libro de Guadalajara
Fran Serrato
Pensar alto, sentir hondo y hablar claro. Antonio Machado enumeraba así las cualidades que debe tener un poeta. Álvaro Hernando (Madrid, 1971) las cumple todas. Vive cada momento como si fuese el último. Quizás por eso no es de los que se guardan cosas. Sus bolsillos están vacíos. Si tiene algo que decir, lo dice sin más. No hace prisioneros ni usa balas de fogueo. Dispara a matar, lo que convierte su poesía en desgarradora. Rodado en ferias multitudinarias como la de Chicago, este viernes a partir de las 20.15 llega a Guadalajara para compartir sus versos en el recital Bordando versos que organizan Carmen Niño Gutiérrez y Marta Marco Alario en la Feria del Libro de la capital guadalajareña.
Hernando es maestro, antropólogo e investigador del lenguaje. Hizo sus pinitos en el periodismo, pero básicamente se ha dedicado a la docencia, su vocación. Pasó un lustro enseñando en EEUU, hasta que en 2018 volvió a España para asesorar al Ministerio de Educación. Ha publicado relato, teatro y poesía. Hace cinco años que apareció su primer poemario: Mantras para bailar, una recopilación de 29 poemas de juventud cuyo hilo temático es la danza. Una conexión mística que supera lo intelectual y lo racional, pero también al propio cuerpo y que supone un antídoto para los problemas: “Contra el dolor / baila” (IX).
“Qué otra cosa es la muerte, sino el final del baile” (Vademécum del alma). Pero rebobinemos. Hernando no es de esos autores que escribe por necesidad. Lo hace por dos motivos fundamentales. El primero, porque con la poesía consigue experimentar mucho más que con la narrativa y la dramaturgia. “Estás más cerca de la evocación y, aunque no puedes inventarte las reglas, sí te permite recrearlas”. La segunda cuestión tiene que ver con la falta de tiempo: “Otros géneros requieren de un método y de una constancia a la que es difícil acomodarse”. Para el autor, la poesía presenta la verdad, de manera inconclusa, mientras que otros géneros requieren más definición.
Ex-clavo, su segundo poemario, publicado en 2018, es un recorrido por un amplio y variado repertorio de esclavitudes y prisiones (la autoestima, la desconfianza, la ignorancia o la ausencia) que marcan las fronteras de la libertad, ese concepto que se ha puesto tan de moda en las últimas semanas. El autor explica en la introducción que esos límites son aquello que no hacemos, pues es algo que nos ata, nos clava, nos inmoviliza o nos impide. “Somos esclavos del hombre. Del tiempo. Del miedo. De lo que poseemos. Estamos clavados a una persona, a un momento, a la precaución, al temor, al apellido o a la propiedad”. El poeta dibuja así un mapa de la existencia y de la conciencia que culmina con el poema que da nombre al libro, una liberación de amarse en la condena.
“Mi poesía está basada en las cosas que no puedo dejar de ver, en las cosas que me rodean: cómo se desdibuja la memoria o cómo se desconfiguran los recuerdos. La memoria es un árbol que no tiene raíz”, sostiene. Pero en los versos de Hernando también está muy presente la ira y la rabia, aunque él no siempre es consciente. Estilísticamente se esfuerza por no parecerse a los poetas clásicos, de los que ha mamado. Entre sus referentes están Juan Ramón Jiménez y Constantino Cavafis. Aunque admira a muchos contemporáneos, los poetas que más le han influido son Miguel Veyrat y Carlos Jiménez Arribas. Y Lorca. Tanto que, durante una lectura en EEUU, el poeta mexicano David Huerta, hijo del memorable Efraín Huerta, le comparó con el genio granadino. “Aquello me hizo sentir muy bien, pero pensé que era algo irreal y que, además, no quería hacer eso; quería alejarme de los mitos”. Pero distanciarse de Lorca cuando vives al otro lado del Atlántico y transitas los mismos lugares es complicado.
Su tercer poemario llegó en 2019, en plena pandemia: Chicago Express. Lo conforman 94 poemas que sugieren un viaje. Sin embargo, la ciudad norteamericana es todo lo contrario a Ítaca: un tránsito entre dos puntos más que un destino. El autor utiliza un verso fluido y reflexivo mientras aborda temas que a menudo se superponen. Elabora un discurso tan rico como digresivo donde no faltan las alusiones a la realidad social, lo que recuerda, como no, a Lorca. En los próximos meses se espera que salga a la luz su cuarto poemario, Mar de Varna (Editorial Baile del Sol), cuyos poemas recitará este viernes en Guadalajara. En el libro se vislumbra la evolución poética del madrileño, presentando textos sólidos, emotivos y arriesgados con mayor presencia de poesía en prosa que en sus anteriores trabajos. Pero hay más cambios.
“La diferencia que encuentro respecto a EEUU es que allí me resultaba mucho más sencillo participar en eventos culturales. Se hacen muchas tertulias, talleres literarios, lecturas compartidas… Aquí es complicado encontrar todo eso. Me resulta más difícil conocer a otros poetas, compartir experiencias. Por eso contacté con Marta Marco Alario. Me gusta mucho lo que escribe y, además, promociona mucho la poesía. Es una gran promotora cultural”, admite. El poeta reconoce estar muy ilusionado con su visita a la ciudad alcarreña, aunque evade algunas cuestiones durante la entrevista.
– ¿Para qué sirve la poesía?
– Definir las utilidades de la poesía es peligroso. Es casi convertir la poesía en un objeto. Digamos que la poesía es una excusa para permanecer.
– ¿Se liga mucho escribiendo?
– Muchísimo. Pero yo no lo necesito, soy extraordinariamente atractivo (risas).
Hernando es de esos poetas que gozan de un amplio sentido del humor. Tanto que es capaz de bailar un blues con las ingeniosas antítesis que jalonan sus poemarios. Su carácter divertido traspasa la esfera literaria y, aunque Machado nunca enumeró las cualidades de las buenas personas, la risa contagiosa le delata.